domingo, 7 de febrero de 2010

Consumo "bio". Cooper-Activas

El movimiento "bio", realmente, puede ser un primer paso hacia nuevos modelos sociales, medioambientalmente más respetuosos, alimentariamente más soberanos y saludables, y socialmente más justos.

La producción y el consumo de productos biológicos, elaborados de forma natural y sin productos químicos de síntesis ni Organismos Modificados Genéticamente (OMG’s), es un fin en sí mismo, por nuestra salud y por la del medio ambiente. Ahora bien, eso, exclusivamente, no dejaría de ser un planteamiento estrecho de miras. El movimiento "bio", realmente, puede ser un primer paso hacia nuevos modelos sociales, medioambientalmente más respetuosos, alimentariamente más soberanos y saludables, y socialmente más justos.

A petición de lectores de todo el estado, hemos realizado un reportaje sobre "Cooper-Activas" de consumo "bio", que unen sinergias de militantes y ciudadanos concienciados y que, además, abaratan los precios en beneficio de agricultores y consumidores.

Las cooperativas, asociaciones y/o economatos de consumo "bio" son un ejemplo de otra forma de economía y relación social: enjambres de nuevos planteamientos y de buenas intenciones llevadas a la práctica en la vida cotidiana hacia un verdadero y profundo cambio. En la sociedad tecno-económica en la que vivimos, parece cada vez más utópico cualquier planteamiento no lucrativo. Sin embargo, el funcionamiento y la existencia de estas cooperativas, cada vez más numerosas, son un claro ejemplo de que hay alternativas posibles; y de que, como en todo, dependen de la intención, entusiasmo y dedicación que se pongan en una dirección o en otra.

Hoy, apostar por un nuevo modelo social, cuando hablamos de alimentación, pasa sin duda por apoyar e impulsar la producción local de alimentos biológicos. Porque la agricultura biológica, además de darnos alimentos más sanos, nutritivos y sabrosos, además de favorecer la fertilidad de la tierra no usando productos químicos que desertizan el suelo y contaminan el agua que bebemos y el aire que respiramos, apoya el mantenimiento de la vida y cultura rural, y es en sí misma origen de actividad. Según numerosos agrónomos (que no trabajan para multinacionales), podría ser considerada ya, en la actualidad, como la agricultura más científica, creativa y productora de alimentos y de vida para la tierra. La agricultura biológica es la única solución viable de sostenibilidad medioambiental y reparto de riqueza para todos, incluidos los pueblos deac los países en vías de desarrollo. Como decía nuestro compañero Teddy Goldsmith hace años, fundador de The Ecologist, cuando le preguntaron su opinión sobre el futuro de la agricultura biológica y su supuesta falta de posibilidades: "Lo utópico es pensar que se pueda continuar con la agricultura industrializada...". No descartéis la posibilidad de crear vuestras propias cooperativas. Si en vuestra ciudad todavía no se han unido los consumidores, uníos vosotros.

EN LA VEREDA

Hemos visitado algunas cooperativas y conversado con agricultores, ciudadanos y consumidores que apuestan a diario por cambiar el rumbo de las cosas. La sensación es común en todas: no son tiendas, ni clubes, ni el local social de nada ni de nadie... Estas cooperativas son como la despensa de nuestra casa, en la que uno entra y elige lo que cree útil para su alimentación y la de su familia o amigos. Se toma y das a cambio las monedas que se han acordado que cuesta cada artículo. No hay ni tendero ni cliente, ni nadie que te vigile. Todos confían en la honradez de todos. Está claro que en un entorno así puede darse esta relación sosegada; y es que cuando no hay explotador ni explotado, la serenidad está presente en cualquier relación, ya sea comercial, personal o social.

EL INTERCAMBIO ES LO OPUESTO AL HURTO

A Vicky Arbolí le ha tocado el turno como secretaria de la Coordinadora Estatal de Cooperativas y Asociaciones de Productos Biológicos (4.500 socios). Ella es también socia fundadora de Germinal (BCN) y tiene las cosas muy claras: "Vemos que la necesidad de ir transformando las estructuras socioeconómicas no puede aislarsace de la necesidad de ir transformando el consumo. Somos conscientes de que nuestra elección a la hora de consumir representa un voto a favor o en contra del sistema, un sistema de valores que está por encima de los seres humanos y de la naturaleza, convirtiéndolos en simples recursos para un desarrollo ilimitado, generador de desigualdades sociales y desastres ecológicos y de todo tipo". Y añade: "El propio funcionamiento de la cooperativa es de por sí una herramienta de transformación social, ya que por su propia dinámica lleva a la práctica una economía alternativa en la que los beneficios, tanto económicos como de intercambio de servicios, no son nunca lucrativos sino que repercuten siempre en beneficio de la colectividad". "Porque, para nosotros, no se trata de sustituir un producto poco sano por otro más sano, sino que el compromiso de la cooperativa (coherente con los postulados asamblearios y de democracia de base) va más allá. Tenemos en nuestras manos un instrumento de cambio, tanto individual como colectivo. El compromiso del individuo es, al fin y al cabo, lo que hace que la cooperativa funcione. Nuestra implicación está clara y es clave en nuestra actividad. Estaremos siempre en la vereda, del lado de la ecología, de los derechos humanos, de la justicia, venga de donde venga... de los movimientos sociales, políticos, okupas...", concluye Arbolí.

MÁS QUE SALUD

Está claro: no se trata de un grupo de amigos preocupados sólo por su salud y la del medio ambiente, sino de personas que han tomado conciencia del zulo en el que la sociedad de consumo ha aprisionado a los ciudadanos. Estos "cooperantes" han tomado una postura actiacva militando no sólo con sus ideas sino, y sobre todo, con sus actividades cotidianas y su presión a través de la cesta de la compra: "Aliment-Acción".

Probablemente, no exista forma mayor de influir en los cambios sociales que replantearse los propios hábitos de consumo y la procedencia de lo que adquirimos. La información es básica para este nuevo movimiento ciudadano, para poder reflexionar y actuar en consecuencia. Se requieren voluntad, convencimiento y entusiasmo, cualidades tan preciadas y tan poco valoradas en nuestro artificial mundo.

Isidre Rebenaque y Joan Juliol son miembros de la cooperativa El Rebost de Girona. Ellos saben que "esto es una alternativa clara al proceso de globalización. Ello no quiere decir que sea la única, pero evidentemente es un modelo cultural y socio-económico muy válido para oponerse a la globalización económica y cultural. Pero, más allá de la oposición, necesaria y legítima, representa ofrecer y vivir una alternativa concreta, realizable, práctica, palpable. La globalización económica se basa en un proceso anterior y paralelo de uniformidad cultural y de erradicación del sentido crítico de las personas. Una cooperativa de consumidores que basan su consumo en productos de su tierra, en productos que no utilizan agentes químicos ni de manipulación genética, es una alternativa al control absoluto que quieren imponer las grandes multinacionales; es impulsar productos y formas de producción que posibilitan un control realmente democrático sobre lo que consumimos; y es conservar y desarrollar hábitos alimenticios que forman parte de nuestra cultura después de irse configurando durante mileacnios en base a las características ecológicas de la tierra y al mestizaje cultural. Consumir productos ecológicos representa, como mínimo, no colaborar con esos gigantes económicos sin escrúpulos y posibilita la existencia de una fórmula alternativa. Una cooperativa de personas que deciden qué, a quién, cómo y a qué precio obtienen sus bienes de consumo guiados por el interés común y sin animo de lucro es practicar una dinámica de relaciones humanas absolutamente opuesta a la que preconiza la globalización económica". Ambos sentencian: "Es vivir una cultura alternativa. Por eso el lema de nuestra cooperativa es ‘Una alternativa a la globalització, cada dia a taula’ (‘Una alternativa a la globalización, cada día en la mesa’)".

MÁS BARATOS

Una de las razones que más preocupa a los consumidores, está claro, es el precio de los productos "bio". Pero, según opina Marina (La Llavoreta. Valencia), "los productos biológicos y los convencionales no se pueden comparar en ese sentido, porque son completamente diferentes. Aquí, en la cooperativa se trabaja mucho por amor al arte y los porcentajes aplicados sobre los productos son, claro, menores. Así que salen más baratos que en las tiendas. Pero ésa no es la única razón por la que estamos asociados. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que nosotros disponemos de mucha fruta y verdura fresca en la asociación, cosa que no ocurre en las tiendas.

La gente quiere disponer en sus casas de productos frescos biológicos". Isabel Martínez, de La Espiga (Madrid), señala que "la cooperataciva tiene muchas ventajas. Para empezar, nosotros garantizamos que todos los productos son biológicos de verdad. Somos muy estrictos. Por otro lado, al ser una entidad sin ánimo de lucro, los precios son más asequibles. El porcentaje depende de cada producto. Aunque yo diría que también es una gran ventaja de la cooperativa el tener siempre disponibles frutas y verduras, frescas y de diferentes clases. El que viene aquí buscando productos biológicos puede, de un solo viaje, llenar su despensa, porque tenemos de todo (y si no, se lo buscamos)".

Toni Cuesta
Publicado en The Ecologist en enero 2001

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