domingo, 7 de febrero de 2010

Por la fertilidad y la vida. No a la biopiratería

Una empresa estadounidense reclama ahora derechos por el arroz Basmati (patente USA), que los agricultores de mi valle cultivan desde hace siglos, como "una invención de una nueva línea de arroz"

Reproducimos la conferencia de Vandana Shiva, directora de la Research Foundation for Science, Technology and Ecology (India), en el taller "El conocimiento de la mujer, la biotecnología y el comercio internacional: el fomento de un nuevo diálogo para comenzar otro milenio" (Conferencia Internacional Mujer y Agricultura. Washington. 28-6-98). La sesión se tituló "La masculinización de la agricultura: monocultivos, monopolios y mitos". En este texto, la autora aboga por la agricultura popular, defensora de la biodiversidad y de la soberanía alimentaria, y critica la biotecnología de las grandes multinacionales como una nueva arma del patriarcado occidental (The Ecologist)

Escribo estas reflexiones desde el hermoso valle del Doon, en el Himalaya, donde ya han llegado los monzones, y nuestro equipo del Navdanya se ocupa de trasplantar más de 300 variedades de arroz que estamos conservando junto con la rica diversidad de otros cultivos. En nuestra chacra no utilizamos productos químicos ni insumos externos. Es un sistema de autorregeneración que conserva la diversidad biológica a la vez que satisface las necesidades humanas y las de los animales de la granja. Tenemos dos bueyes que son los sustitutos de los fertilizantes químicos, que contaminan el suelo y el agua, así como de los tractores y los combustibles fósiles que contaminan la atmósfera y desestabilizan el clima.

Una de las variedades de arroz que conservamos y cultivamos es la Basmati, el arroz aromático que ha hecho famoso a Dehra Dun. Una empresa estadounidense llamada RiceTec reclama ahora derechos por el arroz Basmati (patente USA Nº 5.663.454), que los agricultores de mi valle cultivan desde hace siglos, como "una invención de una nueva línea de arroz". W.R. Grace, otra empresa estadounidense, ha patentado el neem como plaguicida y fungicida, usos que nuestras madres y abuelas dan a ese árbol desde hace siglos. Con los Verdes del Parlamento Europeo hemos impugnado la patente de Grace en la Oficina Europea de Patentes. (Este asunto, en la actualidad, simboliza una de las victorias del movimiento ecologista internacional, ya que la Justicia ha dado la razón al sentido común).

Este fenómeno de la biopiratería, por el cual las empresas occidentales están robando siglos de conocimiento colectivo e innovación llevados a cabo por las mujeres del Tercer Mundo, está alcanzando proporciones epidémicas. Ahora se justifica esa biopiratería diciendo que se trata de una nueva "asociación" entre la agroindustria y las mujeres del Tercer Mundo. Para nosotras, el robo no puede ser la base de una asociación. Una asociación implica igualdad y respeto mutuo. Esto supondría que no hay espacio para la biopiratería y que quienes la han practicado deberían pedir disculpas a las víctimas de sus robos, realizados gracias a los monopolios de los derechos de propiedad intelectual. Una asociación con las mujeres del Tercer Mundo requiere cambios en el acuerdo de la OMC (Organización Mundial del Comercio) relativo a los TRIPs (acuerdos sobre derechos de propiedad intelectual relacionados al comercio), que protege a los biopiratas y castiga a los innovadores originales. Requiere también cambios en la ley de patentes de Estados Unidos que permite la piratería desenfrenada de nuestro conocimiento relacionado con la biodiversidad. Estos cambios son fundamentales para garantizar que sean protegidos nuestro conocimiento colectivo y nuestras innovaciones y que a las mujeres se las reconozca y se las respete como especialistas en biodiversidad.

LA FIESTA DE "AKTI"

Las agricultoras conservan y seleccionan semillas desde hace milenios. El arroz Basmati no es más que una de las 100.000 variedades de ese cereal que han obtenido los agricultores de India. Nuestra cultura de las semillas busca la diversidad. En el centro de India, que es la Meca de la diversidad del arroz, al comienzo de la temporada de siembra, los agricultores se reúnen ante la divinidad de la aldea, ofrecen sus variedades de arroz y luego comparten las semillas. Esta fiesta de "Akti" renueva el deber de guardar semillas y compartirlas entre las comunidades agrícolas; afirma la asociación entre los agricultores y con la Tierra.

Sin embargo, los derechos de propiedad intelectual sobre las semillas criminalizan este deber con la Tierra y con el prójimo, al convertir en ilegal el guardar e intercambiar semillas. No es solamente por medio de nuevas leyes relativas a los derechos de propiedad intelectual que se le quiere impedir a los agricultores guardar sus semillas, sino también a través de las nuevas tecnologías de la ingeniería genética. La empresa Delta & Pine Land (ahora propiedad de Monsanto) y el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos (USDA) han establecido una nueva asociación por medio de una patente conjunta (Nº 5723785) sobre semillas modificadas genéticamente para garantizar que no germinen luego de cosechadas, lo que obliga a los agricultores a comprar semillas para cada temporada de siembra. RAFI ha llamado a esta tecnología "Terminator". Terminar con la germinación es un medio para favorecer la acumulación de capital y la expansión del mercado. Sin embargo, la abundancia en la naturaleza y para los agricultores disminuye a medida que crecen los mercados para Monsanto. Cuando nosotras sembramos, oramos: "Que esta semilla sea inagotable". Del otro lado, Monsanto y el USDA están diciendo: "Que esa semilla se autodestruya para que nuestras ganancias y nuestro monopolio sean inagotables".

No puede haber asociación entre la lógica Terminator, que destruye la facultad de renovación y regeneración de la naturaleza, y el compromiso con la continuidad de la vida que mantienen las agricultoras del Tercer Mundo. Ambas concepciones del mundo no sólo chocan, se excluyen mutuamente. No puede haber asociación entre una lógica de muerte, en la que basa Monsanto su imperio en expansión, y la lógica de la vida en la que las agricultoras del Tercer Mundo basan su mancomunidad con la Tierra para dar seguridad alimentaria a sus familias y comunidades.

Existen otras dimensiones antagónicas entre los intereses y las perspectivas de las agricultoras del Tercer Mundo y las empresas biotecnológicas como la Monsanto (y otras; desgraciadamente, Monsanto no es la única).

La aplicación más generalizada de la ingeniería genética a la agricultura es la resistencia a los herbicidas. Es decir: la producción de cultivos que resisten a los herbicidas. Ejemplos de esta aplicación son la soja y el algodón Round-up Ready de Monsanto. En la medida en que esta aplicación se introduce en los sistemas agrícolas del Tercer Mundo provoca un aumento del uso de productos agroquímicos, lo que repercute negativamente en el medio ambiente. Además, destruirá la diversidad biológica, que es la base del sustento de las mujeres rurales. Lo que para Monsanto son malezas, para las mujeres del Tercer Mundo son alimentos, forrajes y medicinas.

"BUENAS" HIERBAS

En la agricultura de India, las mujeres utilizan 150 especies diferentes de plantas para la alimentación humana y animal y para el cuidado de la salud. En Bengala occidental, hay 124 especies de "malezas" que se recogen en los arrozales y tienen importancia económica para los agricultores. En la región Expana de Veracruz, México, los campesinos utilizan alrededor de 435 especies de flora y fauna silvestre de las cuales 229 son comestibles. La propagación de los cultivos Round-up Ready destruiría esa diversidad y el valor que representa para los agricultores. Debilitaría además las funciones de conservación del suelo que desempeñan las cubiertas vegetales y la asociación de cultivos, lo que llevaría a una erosión acelerada. Contrariamente a lo que afirma la propaganda de Monsanto, los cultivos Round-up Ready son una receta para la erosión y no un método para la conservación del suelo.

No se puede hablar de "asociación" con las mujeres del Tercer Mundo en relación a los proyectos patriarcales de derechos de propiedad intelectual con respecto a las semillas e ingeniería genética aplicada a la agricultura, los cuales en realidad destruyen la biodiversidad y la economía de los pequeños agricultores del Tercer Mundo. Sería más fructífero orientar la agricultura hacia aquellos sistemas que tienen a la mujer como protagonista y que promueven una producción de pequeña escala basada en la biodiversidad.

Un argumento frecuentemente utilizado por la Monsanto y la industria de la biotecnología es que sin ingeniería genética no se puede alimentar al mundo. Sin embargo, mientras que la biotecnología promete un aumento en la producción de alimentos de cuatro veces, las pequeñas chacras ecológicas tienen una productividad mucho mayor que las grandes explotaciones agroindustriales basados en monocultivos y el uso intensivo de agrotóxicos.

Los agricultores del Tercer Mundo trabajan predominantemente en establecimientos pequeños. La seguridad alimentaria se basa en la utilización de una gran diversidad de especies. Históricamente la relación entre la mujer y la biodiversidad ha alimentado al mundo, lo hace en gran medida en el presente y deberá hacerlo en el futuro. Debemos preservar y fomentar esa relación para garantizar la seguridad alimentaria.

Una agricultura basada en la diversidad y la descentralización, y que aumenta la productividad de las chacras pequeñas mediante métodos ecológicos, es una agricultura favorable a la naturaleza. En esta agricultura el conocimiento se comparte, las demás especies y plantas son parientes, no "propiedad", y la sustentabilidad se basa en la renovación de la fertilidad de la tierra, en la renovación y la regeneración de la biodiversidad, y en la utilización de los insumos internos al predio de cultivo. En nuestros paradigmas no hay lugar para monocultivos de variedades manipuladas genéticamente ni para monopolios de derechos de propiedad intelectual sobre las semillas.

MASCULINIZACIÓN

Los monocultivos y los monopolios simbolizan una masculinización de la agricultura. La mentalidad bélica en la que se basa la agricultura militar-industrial se hace evidente en los nombres que se dan a los herbicidas que destruyen la base económica de la subsistencia de las mujeres más pobres en las zonas rurales del Tercer Mundo. Los herbicidas de Monsanto se llaman Round-up (redada), Machete, Lasso (lazo). La firma American Home Products, que se fusionó con Monsanto, ha puesto a sus herbicidas nombres como Pentagon, Prowl (ronda policial), Scepter (cetro), Cadre (cuadro), Lightening (rayo), Assert (hacer valer), Avenge (vengar). Este es un lenguaje de guerra, no de sustentabilidad. La sostenibilidad se basa en la paz con la Tierra.

La violencia inherente a los métodos y las metáforas que utilizan las empresas mundiales de la agroindustria y la biotecnología es una violencia contra la biodiversidad de la naturaleza y los conocimientos y la productividad de las mujeres. La violencia inherente a la destrucción de la diversidad mediante los monocultivos y la prohibición (por medio de los monopolios de los derechos de propiedad intelectual) de la libertad de guardar semillas e intercambiarlas no es compatible con los métodos diversos y no violentos de conocer la naturaleza y dar seguridad alimentaria, métodos empleados por mujeres. Esta diversidad de sistemas de conocimiento y producción es la manera de lograr que las mujeres del Tercer Mundo sigan desempeñando un papel central como conocedoras, productoras y proveedoras de alimentos.

La ingeniería genética y los derechos de propiedad intelectual constituyen un robo a las mujeres del Tercer Mundo y las despoja de su creatividad, sus innovaciones y su facultad de tomar decisiones en materia de agricultura. En lugar de que las mujeres decidan qué se cultiva en los campos y qué se sirve en la mesa, la agricultura basada en la globalización, la ingeniería genética y los monopolios empresariales de las semillas establecerá un sistema alimentario y una concepción del mundo en los cuales los hombres que controlan las empresas transnacionales controlarán también lo que se cultiva en nuestros campos y lo que comemos.

Los empresarios que invierten capital financiero en el robo y la biopiratería pretenden ser los creadores y propietarios de la vida. No queremos ser partícipes de esta usurpación violenta de la creatividad de las mujeres del Tercer Mundo por parte de las empresas transnacionales de la biotecnología -que se llaman a sí mismas la "industria de las ciencias de la vida"- y que empujan a la extinción a millones de especies y millones de pequeños agricultores.

Vandana Shiva

Esta conferencia está basada, en parte, en anteriores investigaciones y publicaciones de la propia Vandana Shiva. Para mayor información dirigirse a: Research Foundation for Science Technology and Ecology (RFSTE). Internet: www.indiaserver.com/betas/vshiva

Obras más recientes de la autora:

* Biopiratería. Icaria Editorial

* Ecofeminismo, Vandana Shiva y Maria Mies. Ed Icaria

* La praxis del ecofeminismo.Vandana Shiva y Maria Mies.. Ed. Icaria
Publicado en The Ecologist para España y Latinoamérica el 1.1.2001 con el título:
"Por la fertilidad y la vida,contra las multinacionales".

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La Tierra, una madre machadada. Agricultura industrial: fin de trayecto

Montse Escutia

Desde que Justus Von Liebig "inventó" la agricultura química en el siglo XVII, muchos han sido los descubrimientos a los que se ha buscado una utilidad para aumentar las producciones agrarias. Y lo curioso del caso es que la mayoría de estos descubrimientos no fueron desarrollados con ese objetivo. Pocos de ellos fueron pensados para la vida; al contrario, muchos se fabricaron para la muerte. La fijación de nitrógeno atmosférico, base de la obtención de abonos nitrogenados, era necesaria para la obtención de pólvora. El DDT, uno de los insecticidas que más se ha utilizado (y se siguen utilizando ) en el mundo, era muy eficaz para librar a los soldados de piojos. Los herbicidas eran necesarios durante la guerra del Vietnam para defoliar la selva y descubrir al enemigo. Y así encontraríamos numerosos ejemplos de armas desarrolladas para la guerra que posteriormente se han aprovechado en tiempos de paz. Y es que el capitalismo no pierde la más mínima oportunidad de hacer negocio.

El uso indiscriminado de pesticidas y abonos de síntesis en este último siglo nos ha conducido a una situación límite. Las consecuencias han sido, y seguirán siéndolo, desastrosas no sólo para la salud de la tierra sino también para nuestra salud y la de los demás seres vivos que pueblan el planeta. La biotecnología es sólo un eslabón más en la larga cadena de inventos destinados a sacar el máximo rendimiento de la tierra para hacer ricos a unos cuantos, pobres a la mayoría y legar un futuro de tierras áridas y contaminadas a las generaciones futuras.

Montse Escutiaes ingeniera agrónoma de la Asociación Vida Sana
Publicado en The Ecologist para España y Latinoamérica el 1.1.2001

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