domingo, 7 de febrero de 2010

Hacia una agricultura sostenible en Europa

En los últimos 50 años se han producido unos cambios muy importantes en el sistema de producción agrícola en Europa. La industrialización de la agricultura, como consecuencia de la lógica de productivismo impuesta a nivel político, consiguió aumentar considerablemente la cantidad de alimentos disponible. Pero este logro, que era necesario en las condiciones de post-guerra, fue acompañado de graves problemas ambientales y sociales.

Introducción

El modelo de agricultura que se ha ido aplicando en estas décadas olvida dos de los componentes esenciales de la sostenibilidad, el medioambiental, garante del mantenimiento de los ecosistemas y la biodiversidad, y el social, tendente a la equidad y solidaridad, centrándose únicamente en lo económico. Esto ha llevado a la excesiva especialización en las prácticas agrícolas y a la concentración de las explotaciones. Asimismo, se ha producido un uso cada vez mayor de abonos químicos, herbicidas y plaguicidas.

Los impactos ambientales de este tipo de agricultura son numerosos y graves: contaminación de aguas, suelos y aire; sobreexplotación de recursos como el agua; producción masiva de residuos; perdida de biodiversidad agrícola y silvestre; fragmentación y degradación de los ecosistemas naturales; erosión y perdida de contenido en materia orgánica de los suelos, que en climas áridos incrementa el riesgo de desertificación.

Los costes sociales también son elevados. Por una parte asistimos al declive de la sociedad rural por la desaparición acelerada de pequeñas explotaciones, la despoblación y el cambio de uso de las zonas agrarias, incrementándose frecuentemente los impactos ambientales. Este fenómeno se acompaña y agrava por la falta de servicios sociales (sanitarios, educativos, culturales) adecuados a las necesidades de las poblaciones rurales. Por otra parte, la propia evolución impuesta al sector agroalimentario industrializado hace aparecer nuevas inseguridades y riesgos para la salud humana, tanto indirectamente por las consecuencias de los impactos sobre nuestro entorno natural, como directamente porque este modelo de agricultura es incapaz de garantizar la seguridad alimentaria a los niveles exigibles en la actualidad. Son cada día más frecuentes la presencia de substancias tóxicas, carcinógenas y nocivas en los alimentos y la aparición de enfermedades cuyo origen procede de prácticas agropecuarias inadecuadas. Todo esto contribuye a incrementar una discriminación entre los consumidores basada en su capacidad adquisitiva, de forma que solamente se alcanza un cierto grado de seguridad alimentaria y calidad a partir de productos de precios elevados, mientras se tolera y se fomenta la producción de alimentos asequibles pero carentes de garantías para la salud del consumidor.


Alcanzar una agricultura sostenible desde el punto de vista ecológico

A lo largo de los siglos, la agricultura/ganadería tradicional ha conseguido limitar los impactos sobre el medio ambiente con unos agrosistemas estables y biodiversos y una producción en simbiosis con el entorno natural. Sin duda, sobre ese sustrato cultural de relación entre agricultores y ganaderos y su medio natural existía una base sobre la que asentar avances y mejoras sociales, económicas y ambientales en la línea de progreso hacia la sostenibilidad. Sin embargo, la intensificación y concentración de la producción como ejes prioritarios en la política agraria, han impedido alcanzar una complementariedad entre producción de alimentos y conservación del entorno en la agricultura moderna, a la vez que han iniciado un proceso de destrucción de los saberes tradicionales y las culturas locales. Se ha llegado a una producción agrícola industrial desconectada del medio ambiente y no se ha logrado integrar una de las múltiples funciones de la agricultura que es la conservación del medio natural y del paisaje. Al mismo tiempo, la homogeneización de los cultivos y de los animales de granja ha conducido a la perdida acelerada de los recursos genéticos, perdida que pone en peligro la seguridad y soberanía alimentaria de los pueblos.

Alcanzar una agricultura sostenible en Europea, integrando el factor medioambiental en la producción de alimentos y tomando como referencia la vanguardia de la investigación en agroecología, pasa por:

* Recuperar y mantener la biodiversidad agrícola tradicional y local, sobre todo en los países del sur de Europa donde todavía existe una diversidad importante. En este sentido, el mantenimiento y fomento de las especies autóctonas, adaptadas al medio local, constituye un eje para la recuperación de la sostenibilidad agropecuaria porque permite un uso más racional de los recursos (para el riego, la lucha contra las plagas, etc.) y una integración mejor con los ecosistemas locales.

* Reducir los insumos químicos y los métodos artificiales de producción, dependientes de fuentes energéticas no renovables.

* No cultivar organismos modificados genéticamente hasta que estén aseguradas medidas para evitar la contaminación genética autoreproducible e irreversible y otros impactos sobre el medio ambiente.

* Fomentar una gestión de los espacios agrarios basada en un modelo extensivo de uso del territorio, métodos de explotación mixtos y la diversificación.
- Mejorar la ecoeficiencia en el uso de los recursos, particularmente el agua y los suelos fértiles.

* Fomentar y recuperar los mercados locales, ya que el transporte masivo e indiscriminado de los productos agrícolas contribuye al despilfarro energético con sus consecuencias ambientales, desde la contaminación local hasta el calentamiento global.

* La reducción de los insumos químicos y un modelo de agricultura más extensiva y eficiente en el consumo de recursos materiales y energéticos repercutiría directamente sobre la conservación de la biodiversidad silvestre porque permitiría limitar la agresión a la fauna y flora y a los ecosistemas de los que dependen.

* Por otra parte, los agricultores tienen un gran papel que jugar como gestores sostenibles de los paisajes rurales europeos, sobre todo en medios ecológicamente valiosos como la montaña o las zonas húmedas. Esta nueva dimensión tendría que ser prioritaria en la reestructuración de la política agraria de la Unión Europea, que debe basarse en criterios de sostenibilidad ecológica y no insistir en los actuales criterios de producción intensiva subvencionada. Esta función ambiental de los agricultores y las prácticas más respetuosas con el medio ambiente se deberían reconocer tanto social como económicamente, a través de políticas fiscales, programas y subvenciones. Por esto, es necesaria la reorientación de la política de las subvenciones, enfocadas actualmente casi en exclusiva a la producción.


Recuperar el tejido social en medio rural

Con una agricultura enfocada hacia la rentabilidad económica artificialmente mantenida mediante un flujo de considerables subvenciones y en el que no existe ningún intento de internalización de los costes ambientales, la ventaja competitiva de los grandes productores frente a los pequeños ha conducido al abandono de la tierra y a la despoblación de muchas zonas rurales así como al abandono de las prácticas agropecuarias más coherentes con la sostenibilidad ambiental. La actividad agrícola, cada vez más concentrada en manos de grandes propietarios y de empresas, ligadas comercial y económicamente a las poderosas compañías de distribución que dominan el ámbito agroalimentario, ha desembocado en una actividad más propiamente del sector industrial o secundario que del primario. Este proceso ha erosionado el papel social de la agricultura de proporcionar empleos dignos en el medio rural. La perdida de poder y competitividad de los pequeños agricultores se ha visto agravada por el cada vez mayor dominio de las empresas del sector agroalimentario sobre un mercado oligopolizado a lo largo de toda la cadena de producción, distribución y comercialización.

Una de las facetas de la sostenibilidad en la agricultura es la recomposición del tejido social del medio rural, lo cual implica, al menos:

- La ruptura de la actual situación de oligopolio de las multinacionales sobre el sector alimentario. Para ello, es preciso encontrar mecanismos para que los agricultores recuperen capacidad de dominio y control sobre su propia actividad, dentro de los objetivos sociales y ambientales de la sostenibilidad local y global. En este sentido, es particularmente incompatible con la sostenibilidad el uso de organismos modificados genéticamente, tanto desde el punto de vista de los riesgos ambientales y sanitarios, como desde la vertiente del incremento del control de unas pocas grandes corporaciones multinacionales sobre la agricultura mundial.
- Las autoridades han de asumir un compromiso real de apoyo al pequeño campesinado ya que representa el colectivo más propicio a cumplir con los criterios de sostenibilidad ecológica.
- Se deben garantizar condiciones de vida dignas en zonas rurales, con una remuneración justa del trabajo en el campo, lo que implica en particular la revisión de las reglas del comercio de los productos agrícolas. Además es necesario un incremento de inversiones públicas para asegurar que se responda a las necesidades sociales básicas (educativas, sanitarias, culturales) de forma justa y suficiente.

La recuperación de un mundo rural más vivo e incorporado al reto de la sostenibilidad ambiental es un aspecto fundamental en la progresión hacía una sociedad globalmente sostenible. Representa una oportunidad para Europa de reorientar su política agraria hacia este nuevo modelo de agricultura comprometida con la conservación de la naturaleza, definiendo y habilitando los mecanismos financieros, fiscales y económicos necesarios para alcanzar este fin.

Dar prioridad a la calidad frente a la cantidad

El modelo productivista dominante en la agricultura europea actual está basado en el incremento de la producción y el beneficio en función de la inversión. Ello se alcanza frecuentemente manteniendo artificialmente la producción mediante subvenciones. Tal modelo es uno de los motivos principales de la mayor parte de los gravísimos problemas de seguridad alimentaria que han jalonado la historia reciente de la producción alimentaria europea. La contaminación de nuestros alimentos por productos químicos y farmacéuticos, pollos a la dioxina y la aparición de la enfermedad de la encefalopatia espongiforme bovina son sólo síntomas de un problema mayor subyacente.

Sustituir el objetivo principal de producción/beneficio actual por él de producción de calidad debería ser uno de los objetivos principales de una nueva política agraria europea. Para ello deben ponerse en marcha mecanismos normativos adecuados y orientar los incentivos y elementos disuasorios económicos y fiscales públicos para:

* conseguir el control sobre la seguridad de los productos;
* favorecer los objetivos de producción de calidad;
* facilitar el ejercicio del derecho a la información de los consumidores para alcanzar hábitos de consumo más sostenibles; el consumidor es el eslabón final de toda la cadena alimentaria y puede contribuir, con una dieta sana y adaptada a los requerimientos naturales, a una producción más sostenible;
* promocionar los productos locales y orgánicos penalizados económicamente por el actual sistema de producción agroindustrial y desligar la producción de calidad de su carácter actual de exclusión económica.

Conseguir el apoyo público a esta nueva orientación del sector agroalimentario supone poner la calidad alimentaria, la protección ambiental y la salud de la ciudadanía como objetivos fundamentales. Esto significa que ninguna parte de la población quede excluida de aquellos objetivos por razones económicas, evitando la actual situación de favoritismo económico en el acceso a la calidad y seguridad alimentarias.


La agricultura europea en el contexto global

Una agricultura sostenible es también una agricultura justa y solidaria.

Se debería eliminar cualquier forma de "dumping" del exceso de producción o de productos inferiores o contaminados a los países en vías de desarrollo, acabando con el proteccionismo a la producción cuantitativa, y dirigiendo las medidas públicas de apoyo económico hacia las nuevas funciones ecológicas de la agricultura.

La inclusión de la agricultura en los procesos de globalización económica y comercial a través de las instituciones y organismos creados al efecto (OMC, acuerdos TRIPS, etc.) contradice muchos de los principios básicos de sostenibilidad ecológica y social antes expuestos. En este aspecto, la Unión Europea debe jugar un papel fundamental ante la comunidad internacional consistente en promover un modelo de agricultura tendente a la soberanía alimentaria de cada país, operando no solamente en su propio territorio sino defendiendo los principios de la sostenibilidad ecológica, social y económica en todos los ámbitos globales en los que participa política, social o económicamente.

Amigos de la Tierra

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